Un mundo más hermoso que nuestros corazones saben es posible
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Capítulo 3: Interser
No estoy seguro de que yo exista, en realidad. Soy todos los autores que he leído, toda la gente que he conocido, todas las mujeres que he amado. Todas las ciudades que he visitado, todos mis antepasados…
— Jorge Luis Borges
Un reconocimiento de alianza está creciendo entre las personas en diversos ámbitos del activismo, ya sea político, social o espiritual. El acupunturista holístico y el salvador de tortugas marinas puede que no sean capaces de explicar este sentimiento, “Estamos sirviendo a lo mismo”, pero lo están. Ambos están al servicio de una historia emergente de la gente que es la mitología definitoria de un nuevo tipo de civilización.
Lo llamaré la Historia de Interser, la Era de la Reunión, la era ecológica, el mundo del regalo. Esta ofrece un conjunto de respuestas completamente diferente a las preguntas definitorias de la vida. Estos son algunos de los principios de la nueva historia:
- Mi ser participa de tu ser y el de todos los seres. Esto va más allá de la interdependencia― nuestra propia existencia es relacional.
- Por eso, lo que le hacemos a otro, nos lo hacemos a nosotros mismos.
- Cada uno de nosotros tiene un regalo único y necesario para dar al mundo.
- El propósito de la vida es expresar nuestros dones.
- Cada acto es significativo y tiene un efecto en el cosmos.
- Somos fundamentalmente “inseparados” el uno del otro, de todos los seres y del universo.
- Que cada persona que encontramos y cada experiencia que tenemos reflejan algo en nosotros mismos.
- Que la humanidad está destinada a unirse por completo a la tribu de toda la vida en la tierra, ofreciendo nuestros dones humanos únicos para el bienestar y el desarrollo del conjunto.
- Propósito, conciencia e inteligencia son propiedades innatas de la materia y el universo.
Gran parte de este libro desarrollará la historia de interser. Cuanto más compartimos entre nosotros este tipo de conocimiento, cuanto más fuertes somos y menos solos. No necesita depender de la negación de la ciencia, porque la ciencia está experimentando cambios paralelos de paradigma. No necesita soportar la negación de la subsistencia, porque de una confianza en el regalo encontramos fuentes inesperadas de sustento. No tiene que soportar la negación de todos los que nos rodean. Porque cada vez más personas viven de la nueva historia, cada uno a su manera, creando un sentimiento creciente de camaradería. Tampoco es un rechazo del mundo que todavía está sumido en la separación, porque de la nueva historia accedemos a nuevas y poderosas formas de efectuar el cambio.
El precepto fundamental de la nueva historia es que no estamos separados del universo y nuestro ser participa del ser de todos y todo lo demás. ¿Por qué deberíamos creer esto? Comencemos con lo obvio: el interser es algo que podemos sentir. ¿Por qué duele cuando nos enteramos de que otra persona está sufriendo daños? Cuando leemos sobre la muerte masiva de los arrecifes de coral y vemos sus esqueletos blanqueados, ¿por qué sentimos que hemos sufrido un golpe? Es porque literalmente nos está sucediendo a nosotros mismos, extensiones de nosotros mismos. El yo separado pregunta, “¿Cómo podría afectarme esto?” El dolor es irracional, algo que explicar, posiblemente el fallo de un circuito de empatía genéticamente codificado que estaba destinado a proteger a quienes comparten nuestro ADN. Pero, ¿por qué se extiende tan fácilmente a los extraños y incluso a otras especies? ¿Por qué deseamos tanto servir al bien de todos? Cuando alcanzamos un máximo de seguridad personal y comodidad, ¿por qué seguimos insatisfechos? Como revelará una pequeña introspección, ciertamente nuestro deseo de ayudar no proviene de un cálculo racional que de alguna manera o algún día esta injusticia o ese desastre ecológico amenazarán nuestro bienestar personal. El dolor es más directo, más visceral. La razón por la que duele literalmente es porque nos está sucediendo a nosotros mismos.
La ciencia de la separación ofrece otra explicación de lo que llama “comportamiento altruista”. Tal vez es un tipo de pantalla de apareamiento que demuestra la “calidad fenotípica” de uno a los posibles compañeros (es decir, muestra que uno es tan exitoso que puede permitirse malgastar recursos en otros). Pero esta explicación toma otra suposición de la cosmovisión de la Separación como una premisa no examinada: escasez de oportunidades de apareamiento y competencia por los compañeros. Sin embargo, como la antropología ha descubierto, por ejemplo, en Sex at Dawn, esta visión de la vida primitiva es más una proyección de nuestra propia experiencia social en el pasado que una descripción precisa de la vida de los cazadores-recolectores, que era comunal. Una explicación más sofisticada se basa en los cálculos teóricos del juego de las ventajas relativas en situaciones de dependencia mutua de ser un correspondiente fuerte, un correspondiente débil, etc. En realidad, tales teorías están un paso más cerca de una biología evolutiva del interser mientras se descompone la idea de que el “interés propio” puede existir independientemente del interés de los demás.
El deseo de servir a algo que trasciende al yo separado y el dolor que sentimos por el sufrimiento de los demás son dos lados de la misma moneda. Ambos expresan nuestro interser. Si la ciencia emergente que busca explicarlas, ya sea que invoque neuronas espejo, transferencia horizontal de genes, evolución grupal, campos mórficos o algo más alejado, no los descarta a través de explicaciones, pero simplemente ilustra un principio general de conexión o, me atrevo a decirlo, unidad. La ciencia está comenzando a confirmar lo que intuitivamente hemos sabido todo el tiempo: somos mayores de lo que nos han dicho. No somos solo un ego encapsulado en la piel, un alma encerrada en carne. Somos el uno para el otro y somos el mundo.
Nuestra sociedad se basa en gran parte en la negación de esa verdad. Solo interponiendo anteojeras ideológicas y sistémicas entre nosotros y las víctimas de la civilización industrial podemos soportar a continuar. Pocos de nosotros robaríamos personalmente a un niño hambriento de tres años de su último mendrugo o secuestraríamos a su madre a punta de pistola para trabajar en una fábrica textil, pero hacemos el equivalente todos los días simplemente a través de nuestros hábitos de consumo y nuestra participación en la economía. Y todo lo que le está sucediendo al mundo nos está sucediendo a nosotros mismos. Distanciados de los bosques moribundos, los trabajadores indigentes, los niños hambrientos, no sabemos la fuente de nuestro dolor, pero no te confundas —solo porque no conocemos la fuente no significa que no sentimos el dolor. Quien comete un acto directo de violencia, si y cuando se dé cuenta, sentirá remordimiento, una palabra que literalmente significa “morder a cambio”. Incluso presenciar tal acto es doloroso. Pero la mayoría de nosotros no podemos sentir remordimiento por el daño ecológico, por ejemplo, que la extracción de minerales de tierras raras para nuestros teléfonos celulares hace en Brasil. El dolor de eso y de toda la violencia invisible de la Máquina de la civilización industrial es más difuso. Permea nuestras vidas tan completamente que apenas sabemos lo que es sentirse bien. De vez en cuando, tenemos un breve respiro, tal vez por gracia, o por drogas, o por estar enamorado y en esos momentos creemos que esto es lo que se supone que se siente estar vivo. Sin embargo, ara vez nos quedamos allí por mucho tiempo, ya que estamos inmersos en un mar de dolor.
Nuestra situación es muy parecida a la de una niña que fue llevada por su madre a visitar a un quiropráctico amigo mío. Su madre dijo: “Creo que algo está mal con mi hija. Es una niña muy tranquila y siempre se portó bien, pero nunca la he escuchado reír. De hecho, rara vez incluso sonríe”.
Mi amiga la examinó y descubrió una desalineación espinal que, ella juzgó, le daría a la niña un terrible dolor de cabeza todo el tiempo. Afortunadamente, fue uno de esos desajustes que un quiropráctico puede corregir fácil y permanentemente. Hizo el ajuste y la niña estalló en una carcajada, la primera que su madre había escuchado. Desapareció milagrosamente el omnipresente dolor en su cabeza que había llegado a aceptar como normal.
Muchos de ustedes podrían dudar de que vivimos en un “mar de dolor”. Yo mismo me siento muy bien en este momento. Pero también llevo un recuerdo de un estado de bienestar mucho más profundo, conectividad e intensidad de conciencia que en el momento se sentía como mi derecho de nacimiento. ¿Qué estado de ánimo es normal? ¿Podría ser que valientemente estamos haciendo lo mejor de las cosas?
¿Cuánto de nuestro comportamiento disfuncional y de consumo es simplemente un intento inútil de escapar de un dolor que de hecho está en todas partes? De una compra a otra, una solución adictiva a la siguiente, un auto nuevo, una nueva causa, una nueva idea espiritual, un nuevo libro de autoayuda, un número mayor en la cuenta bancaria, la próxima noticia, cada vez que obtenemos un breve respiro al sentir dolor. Sin embargo, en su origen la herida nunca desaparece. En ausencia de distracción— esos momentos de lo que llamamos “aburrimiento”— podemos sentir su incomodidad.
Por supuesto, cualquier comportamiento que alivia el dolor sin curar su fuente puede volverse adictivo. Por lo tanto, debemos dudar en emitir un juicio sobre cualquier persona que exhiba un comportamiento adictivo, una categoría que probablemente nos incluye a casi todos. Lo que vemos como avaricia o debilidad simplemente puede tratarse de intentos incómodos para satisfacer una necesidad cuando el verdadero objeto de esa necesidad no está disponible. En ese caso, las prescripciones habituales para mayor disciplina, autocontrol o responsabilidad son contraproducentes.
Cuando describí a las personas “corriendo de una compra a otra”, ¿sentiste desprecio o presunción? Eso también es una especie de separación. La transición a la que estamos entrando es una transición a una historia en la que el desprecio y la presunción ya no tienen hogar. Es una historia en la que no podemos vernos mejor que cualquier otro ser humano. Es una historia en la que ya no usamos el miedo o el autodesprecio para impulsar nuestra ética. Y habitaremos esta historia sin aspirar a un ideal de virtuoso no juzgar, perdonar, etc., pero en un reconocimiento sobrio de la verdad de la no separación.
En Sacred Economics hice el punto de que lo que percibimos como avaricia podría ser un intento de expandir el yo separado en compensación por las conexiones perdidas que componen el yo de interser, que los objetos de nuestros deseos egoístas solo son sustitutos de lo que realmente queremos. Los anunciantes se aprovechan de esto todo el tiempo, vendiendo autos deportivos como un sustituto de la libertad, comida chatarra y refrescos como un sustituto de la emoción, “marcas” como sustituto de la identidad social y casi todo como sustituto del sexo, que en sí mismo es un proxy de la intimidad que tanta falta en la vida moderna. También podríamos ver adoración al héroe deportivo como un sustituto de la expresión de nuestra grandeza, parques de atracciones como un sustituto de la superación de los límites, la pornografía como sustituto del amor propio, y comer en exceso como un sustituto de la conexión o la sensación de estar presente. Lo que realmente necesitamos casi no está disponible en las vidas que la sociedad nos ofrece. Ya ves, también incluso los comportamientos que parecen ejemplificar el egoísmo pueden ser interpretados como nuestro esfuerzo por recuperar nuestro interser.
Otra indicación no científica de nuestra verdadera naturaleza es visible en otra manifestación aparente de la codicia: la búsqueda interminable de riqueza y poder. ¿Qué debemos hacer sobre que, para muchos de los muy ricos, ninguna cantidad de dinero es suficiente? Tampoco puede ninguna cantidad de poder satisfacer a los ambiciosos. Quizás lo que está sucediendo es que el deseo de servir al bien común se está canalizando hacia un sustituto, y por supuesto ninguna cantidad del sustituto puede igualar la cosa real.
La herida de la Separación y el dolor del mundo aterrizan de manera diferente sobre cada uno de nosotros. Buscamos nuestro medicamento de acuerdo con la configuración de esa herida. Juzgar a alguien por hacer eso sería condenar a un bebé por llorar. Es inútil condenar lo que vemos como comportamiento egoísta, codicioso, egoísta o malvado, y tratar de suprimirlo por la fuerza sin abordar la herida subyacente. El dolor siempre encontrará otra forma de expresión. Aquí yace una realización clave del interser. Dice: “Haría lo que tú haces si fuera tú”. Somos uno.
Entonces, la nueva historia de la gente es una historia de interser, de reunión. En su expresión personal, proclama nuestra profunda interdependencia con otros seres, no solo por sobrevivir sino también por existir. Sabe que mi ser es más para tu ser. En su expresión colectiva, la nueva historia dice lo mismo sobre el papel de la humanidad en la tierra y en relación con el resto de la naturaleza. Es esta historia la que nos une en muchas áreas de activismo y sanación. Cuanto más actuamos a partir de la nueva historia, cuanto mejor podamos crear un mundo que lo refleje. Cuanto más actuamos desde la Separación, cuanto más irremediablemente creamos más de eso también.
Notas finales
- Christopher Ryan y Cacilda Jethá, Sex at Dawn: How We Mate, Why We Stray, and What It Means for Modern Relationships (New York: HarperCollins, 2010).
- Para un buen ejemplo de este tipo de razonamiento, vea Ernst Fehr y Urs Fischbacher, “The Nature of Human Altruism,” Nature 425 (23 octubre, 2003): 785–791.