Un mundo más hermoso que nuestros corazones saben es posible
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Capítulo 2: Colapso
El reino de Dios es para los quebrantados de corazón.
–- Fred Rogers
Esta transición entre mundos es aterradora, pero también es seductor. ¿Alguna vez te has vuelto adicto a los sitios web pesimistas, iniciar sesión todos los días para leer la última evidencia de que el colapso llegará pronto, sintiéndose casi decepcionado cuando el pico petrolero no comenzó en 2005 o el sistema financiero no colapsó en 2008? (Todavía estoy preocupado por el año 2000). ¿Miras hacia el futuro con una mezcla de temor pero también con una especie de anticipación positiva? Cuando se amenaza una gran crisis, una gran tormenta o una crisis financiera, ¿hay una parte de ti que dice: “¡Dale!”, esperando que nos libere de nuestro aprisionamiento colectivo en un sistema que no sirve a nadie, ni siquiera sus élites?
Es bastante normal temer lo que uno más desea. Deseamos trascender la historia del mundo que ha llegado a esclavizarnos y de hecho está matando al planeta. Tememos lo que traerá el final de esa historia: la desaparición de mucho de lo que es familiar.
Lo temamos o no, ya está sucediendo. Desde de niño en los 70s, nuestra historia de la gente se ha erosionado a un ritmo acelerando. Cada vez más personas en el mundo occidente ya no creen que la civilización está fundamentalmente en el camino correcto. Incluso aquellos que aún no cuestionan sus premisas básicas de una manera explícita parecen haberse cansado de ello. Una capa de cinismo y una autoconciencia hipster han silenciado nuestra seriedad. Lo que una vez fue tan real, por ejemplo un posición en una plataforma política, hoy se ve a través de varios niveles de filtros “meta” lo analizan en términos de imagen y mensaje. Somos como niños que han superado una historia que una vez nos cautivó, siendo consciente ahora de que sólo es una historia.
Al mismo tiempo, una serie de nuevos puntos de datos ha interrumpido la historia desde afuera. El aprovechamiento de los combustibles fósiles, el milagro de los productos químicos para transformar la agricultura, los métodos de ingeniería social y ciencias políticas para crear una sociedad más racional y justa– cada uno ha estado muy lejos de su promesa y trajo consecuencias imprevistas, que juntos amenazar la civilización. Simplemente ya no podemos creer más que los científicos tienen todo bajo control. Tampoco podemos creer que el avance de la razón traerá una utopía social.
Hoy no podemos ignorar la degradación cada vez más intensa de la biosfera, el malestar del sistema económico, la disminución de la salud humana o la persistencia, y verdaderamente, el crecimiento de la pobreza y la desigualdad mundiales. Alguna vez pensamos que los economistas arreglarían la pobreza, los politólogos arreglarían la injusticia social, químicos y biólogos solucionarían problemas ambientales, prevalecería el poder de la razón y adoptaríamos políticas sensatas. Recuerdo haber visto mapas de la disminución de la selva tropical en National Geographic a principios de las 80s y sentir tanto alarma como alivio– alivio porque al menos los científicos y todos los que leen National Geographic ahora son conscientes del problema, así que seguramente se hará algo.
No se hizo nada. El declive de la selva tropical se aceleró, junto con casi cualquier otra amenaza ambiental de la que supimos en 1980. Nuestra historia de la gente avanzó bajo el impulso de siglos, pero con cada década que pasa, el vaciamiento de su núcleo, que tal vez comenzó con la matanza a escala industrial de Primera Guerra Mundial se ha extendido. De niño nuestros sistemas ideológicos y medios de comunicación aún protegieron esa historia, pero en los últimos treinta años las incursiones a la realidad han perforado su caparazón protector y erosionado su infraestructura esencial. Ya no le creemos a nuestros narradores o elites.
Hemos perdido la visión del futuro que una vez tuvimos; la mayoría de las personas no tienen una visión del futuro. Esto es una nueva realidad para nuestra sociedad. Hace cincuenta o cien años, la mayoría de la gente estuvo de acuerdo con los esquemas generales del futuro. Pensamos que sabíamos a dónde iba la sociedad. Incluso los marxistas y los capitalistas acordaron sus líneas básicas: un paraíso de ocio mecanizado y armonía social diseñada científicamente con la espiritualidad ya sea abolida completamente o relegada a un rincón materialmente intrascendente de la vida que sucedía una vez a la semana en la iglesia. Por supuesto que hubo disidentes de esta visión, pero este fue el consenso general.
Como un animal, cuando una historia se acerca a su fin, atraviesa la agonía, una apariencia exagerada de la vida. Así que hoy vemos dominación, conquista, violencia y separación toman extremos absurdos que sostienen un espejo hacia lo que una vez estuvo oculto y difuso. Aquí hay unos ejemplos:
Aldeas en Bangladesh, donde la mitad de las personas tienen un solo riñón, habiendo vendido el otro en el mercado negro para órganos. A menudo esto se hace para pagar deudas. Literalmente aquí vemos la conversión de la vida en dinero que impulsa nuestro sistema económico.
Prisiones en China donde los prisioneros deben pasar catorce horas al día jugando videojuegos en línea para acumular puntos de experiencia del personaje. Los funcionarios de la prisión luego venden estos personajes a adolescentes en el Occidente. En forma extrema aquí vemos la desconexión entre el mundo físico y el virtual, también el sufrimiento y la explotación sobre los cuales se construyen nuestras fantasías.
Ancianos en Japón cuyos parientes no tienen tiempo de verlos, así que en cambio reciben visitas de “familiares profesionales”, quienes pretenden ser miembros de la familia. Aquí hay un espejo para la disolución de los lazos de la comunidad y la familia, siendo reemplazados por dinero.
Por supuesto todo esto palidece en comparación con la letanía de los horrores que puntúa la historia y continúa endémicamente hasta nuestros días. Las guerras, el genocidio, las violaciones en masa, los talleres de explotación, las minas, la esclavitud– en un examen minucioso, estos no son menos absurdos. Es el colmo de lo absurdo que seguimos fabricando bombas de hidrógeno y municiones de uranio empobrecido en un momento en que el planeta está en tal peligro que todos debemos unirnos pronto para que la civilización tenga alguna esperanza de mantenerse. Lo absurdo de la guerra nunca ha escapado al más perceptivo de nosotros pero en general hemos tenido narrativas que oscurecen o normalizan ese absurdo y así protegen la historia del mundo de la interrupción.
Ocasionalmente sucede algo que es tan absurdo, tan horrible o tan manifiestamente injusto que penetra estas defensas y hace que las personas cuestionen gran parte de lo que habían dado por sentado. Tales eventos presentan una crisis cultural. Sin embargo, normalmente la mitología dominante pronto se recupera e incorpora el evento nuevamente en sus propios narrativas. La hambruna etíope se volvió sobre el ayudar a esos pobres niños africanos quienes tuvieron la desgracia de vivir en un país que aún no se ha “desarrollado” como el de nosotros. El genocidio de Ruanda se volvió sobre el salvajismo africano y la necesidad de intervención humanitaria. El Holocausto nazi se convirtió en el mal tomando el control y la necesidad de detenerlo.
De varias maneras, todas estas interpretaciones contribuyen a la vieja historia de la gente: nos estamos desarrollando, la civilización está en el camino correcto, la bondad proviene del control. Sin embargo, ninguno resiste el escrutinio; en los dos ejemplos anteriores oscurecen las causas coloniales y económicas de la hambruna y el genocidio que aún están en curso. En el caso del holocausto, la explicación del mal oscurece la participación masiva de la gente común–gente como tú y yo. Debajo de las narrativas, persiste una inquietud, la sensación de que algo está terriblemente mal en el mundo.
El año 2012 terminó con un evento pequeño pero potente y decepcionante: la masacre de Sandy Hook en EU. Según los números, fue una pequeña tragedia: en el mismo año murieron muchos más niños igualmente inocentes en ataques con drones de EU. También murieron más niños por hambre en una semana que murieron en Sandy Hook. Pero Sandy Hook penetró en los mecanismos de defensa que usamos para mantener la ficción de que el mundo está básicamente bien. Ninguna narrativa podría contener la total insensatez de este evento y sofocar la realización de una injusticia tan profunda y terrible.
No pudimos evitar proyectar los rostros de los inocentes asesinados sobre los jóvenes que conocemos y la angustia de sus padres sobre nosotros mismos. Me imagino por un momento que todos sentimos exactamente lo mismo. Estábamos en contacto con la simplicidad del amor y el dolor, una verdad fuera de la historia.
Siguiendo ese momento la gente se apresuró a dar sentido al evento subsumiéndolo dentro de una narrativa del control de armas, salud mental o la seguridad de los edificios escolares. Nadie cree en el fondo que estas respuestas se ocupen del meollo del asunto. Sandy Hook es un cúmulo de datos anómalos que desentraña toda la narrativa—el mundo ya no tiene sentido. Luchamos por explicar lo que significa, pero no hay explicación suficiente. Podemos seguir fingiendo que lo normal sigue siendo normal, pero este es uno de una serie de eventos del “fin de los tiempos” que está desmantelando la mitología de nuestra cultura.
Hace dos generaciones cuando la historia del progreso era fuerte, ¿quién podría haber previsto que el siglo XXI sería una época de masacres escolares, de obesidad rampante, de endeudamiento creciente, de inseguridad generalizada, de la rápida concentración de la riqueza, del hambre mundial no disminuida y de degradación ambiental que amenaza la civilización? Se suponía que el mundo iba a mejorar. Se suponía que nos haríamos más ricos y más iluminados. Se suponía que la sociedad estaba avanzando. ¿Es una mayor seguridad lo máximo a lo que podemos aspirar? ¿Qué pasó con las visiones de una sociedad sin cerraduras, sin pobreza, sin guerra? ¿Están estas cosas más allá de nuestras capacidades tecnológicas? ¿Por qué las visiones de un mundo más hermoso que parecía tan cerca a mediados del siglo XX ahora parecen tan inalcanzables al punto que todo lo que podemos esperar es sobrevivir en un mundo cada vez más competitivo y degradado? En verdad, nuestras historias nos han fallado. ¿Es demasiado pedir vivir en un mundo donde nuestros dones humanos benefician a todos, donde nuestras actividades diarias contribuyen a la curación de la biosfera y el bienestar de otras personas? Necesitamos una historia de la gente—una real que no se sienta como una fantasía y en la que un mundo más hermoso es, una vez más, posible.
Varios pensadores visionarios han ofrecido versiones de tal historia, pero ninguno se ha convertido en una verdadera historia de la gente, un conjunto ampliamente aceptado de acuerdos y narrativas que da sentido al mundo y coordina la actividad humana hacia su realización. Todavía no estamos listos para tal historia porque aunque hecha jirones, la vieja todavía tiene grandes andanas de tela intactas. E incluso cuando estas andanas se desenredan, todavía debemos atravesar, desnudos, el espacio entre historias. En los tiempos turbulentos que se avecinan, nuestras formas familiares de actuar, pensar y ser ya no tendrán sentido. No sabremos lo que está pasando, qué significa todo y a veces ni siquiera qué es real. Algunas personas ya están en ese tiempo.
Desearía poder decirte que estoy listo para una nueva historia de la gente, pero a pesar de que estoy entre sus muchos tejedores, todavía no puedo usar completamente las nuevas vestimentas. Mientras describo el mundo que podría ser, algo dentro de mí lo duda y rechaza y debajo de la duda hay algo doloroso. El colapso de la vieja historia es una especie de proceso de curación que descubre las viejas heridas escondidas debajo de su tela y las expone a la luz curativa de la conciencia. Estoy seguro de que muchas personas que leen esto han pasado por ese tiempo cuando las ilusiones de camuflaje, todas las viejas justificaciones y racionalizaciones, todas las viejas historias, desaparecieron. Eventos como Sandy Hook ayudan a iniciar el mismo proceso a nivel colectivo. Del mismo modo, de una forma u otra, la obsolescencia de nuestra antigua mitología se deja al descubierto.
¿Qué es esa cosa dolorosa que toma la forma de cinismo, desesperación u odio? ¿Dejado sin curar, podemos esperar que cualquier futuro que creamos no reflejará esa herida en nosotros? ¿Cuántos revolucionarios han recreado las mismas instituciones de opresión que intentaron derrocar en sus propias organizaciones y países? Solo en la historia de la separación podemos aislar el exterior del interior. A medida que esa historia colapsa, vemos que cada uno de ellos necesariamente refleja al otro. Vemos la necesidad de reunir los hilos de espiritualidad y activismo que han estado separados por mucho tiempo.
Mientras describo los elementos de una nueva historia de la gente en el próximo capítulo, tengan en cuenta que para llegar, desde donde estamos hoy, tenemos que atravesar un territorio escabroso. Si mi descripción de una historia de “interser”, un reencuentro de humanidad y naturaleza, uno mismo y otro, trabajo y juego, disciplina y deseo, materia y espíritu, hombre y mujer, dinero y don, justicia y compasión y muchas otras polaridades parece idealista o ingenua, si despierta cinismo, impaciencia o desesperación, entonces, por favor no hagas a un lado estos sentimientos. No son obstáculos a superar (eso es parte de la vieja historia de control). Son las puertas para habitar completamente nuestra nueva historia y el poder enormemente expandido para servir el cambio que trae.
Todavía no tenemos una nueva historia. Cada uno de nosotros conoce algunos de sus hilos, por ejemplo en la mayoría de las cosas que hoy llamamos alternativas, holísticas o ecológicas. Aquí y allá vemos patrones y diseños que son partes emergentes de la tela. Pero el nuevo mito aún no se ha formado. Permaneceremos por un tiempo en el “espacio entre historias”. Es un tiempo muy valioso, algunos podrían decir sagrado. Entonces estamos en contacto con lo real. Cada desastre deja al descubierto la realidad debajo de nuestras historias—el terror de un niño, el dolor de una madre, la honestidad de no saber por qué. En esos momentos nuestra humanidad latente despierta a medida que nos ayudamos mutuamente, humano a humano, y aprende quiénes somos. Eso es lo que sigue sucediendo cada vez que hay una calamidad antes de que las viejas creencias, ideologías y políticas se hagan cargo nuevamente. Ahora vienen las calamidades y contradicciones tan rápido que la historia no tiene tiempo suficiente para recuperarse. Tal es el proceso de nacimiento hacia una nueva historia.